lunes, 18 de febrero de 2008

PRECURSORES DEL RENACIMIENTO

Ante las nuevas condiciones políticas, sociales y económicas que se desarrollaron en los siglos XV y XVI, surgirán también nuevos ideales y preocupaciones literarias, constituyendo una coyuntura propicia para la aparición de nuevos géneros, de nuevas formas literarias, de nuevas tendencias poéticas, potenciadas y divulgadas gracias a un vehículo tan poderoso como la imprenta. Esos nuevos ideales expresaban los cambios de un mundo optimista, seguro de sí mismo. Si ha de establecerse una cronología, es decir, unos preliminares del Renacimiento literario, podríamos afirmar que este proceso se gestó en Italia en torno al siglo XIV, mucho antes que en el resto del Continente europeo. Y en esos preliminares cabe situar a los precursores de los escritores de la plenitud renacentista del siglo XVI, esto es, Dante Alighieri, Francesco Petrarca y Giovanni Boccaccio.
Dante Alighieri (1265-1321) empezó por ser el poeta más representativo del "dolce stil nuovo", denominación creada por él mismo para definir una corriente lírica que agrupaba a otros poetas de la segunda mitad del siglo XIII y a él mismo y que se caracterizaba por la dulzura del fraseo y de la expresión y por una apuesta por el enriquecimiento técnico y temático. Igualmente, aunque heredado de los trovadores medievales, el amor es lo nuevo. Para Dante, el amor es nuevo en cuanto renovador, como introductor de una vida nueva. Al mismo tiempo, el amor es percibido por los poetas del "dolce stil nuovo" y por Dante en su Vita Nuova como representación de lo divino, de lo más alto, como encarnación de todo lo ideal y espiritual, por encima del mundo de los amores humanos.
La vida literaria de Dante no termina en la lírica, se extiende también por temáticas e intenciones radicalmente distintas, especialmente provocadas por su compromiso ético y político con la sociedad de su tiempo. Pero la obra más significativa de Dante, será La Divina Comedia, un enorme poema teológico, de presupuestos bíblicos, que incorpora en su desarrollo y en sus protagonistas a la Antigüedad clásica. Precisamente esto hizo de él un auténtico rescatador de esa época olvidada, el motor de arranque del Renacimiento. El tema de la obra es un recorrido del poeta por el Infierno, el Paraíso y el Purgatorio en tono narrativo, persuasivo y doctrinario; sin embargo, fue su carácter y su simbolismo alegórico como movimiento poético lo que determinó en gran medida toda la literatura posterior del Renacimiento.



El siglo XIV contempló la consolidación y la maduración de la literatura italiana prerrenacentista, estableciéndose las bases de desarrollo de una verdadera literatura nacional. A partir de ese momento, dentro de la literatura la primacía le corresponderá a la filología, al amor al texto y a la letra, a la afición a los libros. Eso constituirá, más tarde, un elemento caracterizador del Humanismo del que Francesco Petrarca (1304-1374) ha sido considerado fundador. Como tarea primordial Petrarca se propuso el estudio filológico y literario de la Antigüedad clásica. Asimila el clasicismo con tal perfección que incluso llega a superar a muchos de sus continuadores directos, comprendiendo el mundo antiguo no a la manera medieval, considerándolo como mera fuente a la que hay que acudir para aspectos determinados de la producción literaria, sino restaurándolo, como transmisor al presente de los eternos valores del pasado clásico.
En su diálogo De secreto conflictu curarum mearum conversa con san Agustín, su figura predilecta, el último escritor del Imperio romano. A través del diálogo Petrarca reconoce su hastío general, pues le disgusta su época y habría sido su deseo haber nacido en otro tiempo, en la Antigüedad, pues le molestan los bárbaros modernos, sus contemporáneos. Por lo demás, durante el diálogo, san Agustín le reprocha al humanista su amor a la belleza y a la gloria, su afán clásico de ganar la inmortalidad por la fama poética y su enamoramiento de la "donna" (Laura) de sus rimas, por más que Petrarca declarase en su Canzoniere que lo que pretendía escribiendo no era adquirir fama, sino desahogar el corazón. Pero Petrarca acepta la vida tal como es, como conflicto, como imperfección, al mismo tiempo que conserva su "docta religio", es decir, su idea de que la piedad devota de un hombre de letras será siempre superior a la de un ignorante, lo que moralmente le consuela.
Con todo, la obra que hace de Petrarca el punto de arranque de la poesía europea desde el siglo XVI es su Canzoniere. En ella está el canon poético renacentista. El cancionero petrarquesco fue compuesto a partir de 1330 y hasta la muerte del poeta y consta de más de 300 composiciones, la mayoría de las cuales tienen como tema su amor por Laura. Aunque la relación con los poetas del "dolce stil nuovo" y con Dante es obvia, Laura ya no es la donna angelical, sino una mujer, poco idealizada, y Petrarca no es otro que un hombre enamorado y desesperanzado por la imposibilidad de tener a la amada.


La producción literaria de Giovanni Boccaccio (1313-1375) responde ya a la demanda y a la satisfacción de una ideología burguesa triunfante y, en consecuencia, plenamente moderna y renacentista. A pesar de ser hijo de mercader se entregó desde joven a la lectura de los clásicos. Comenzó a practicar la poesía siguiendo los parámetros del “dolce stil nuovo”.
La experiencia con formas y géneros nuevos que caracteriza a Boccaccio confluirá necesariamente en el Decamerón. Escritos entre el refinamiento clásico y la funcionalidad narrativa, los cien cuentos que lo componen tienen una temática de indecencia y burla, pero también hay en ellos motivos legendarios, exóticos y románticos. Mediante la sátira nos presenta a la sociedad florentina de su época, en la cual los valores burgueses, la astucia y la agudeza, han triunfado. Tal huella dejó el Decamerón en la narrativa coetánea y posterior que la narrativa del Quattrocento sigue el modelo fijado por Boccaccio, sin grandes pretensiones estilísticas y con temáticas idénticas (frailes fornicadores y lascivos, caballeros apasionados), aunque el tono desvergonzado y excesivamente coloquial evitan claridad en el desarrollo de la acción. Conseguida la difusión y el éxito de su obra, Boccaccio es nombrado embajador en Aviñón y, siguiendo la estela de Petrarca, a quien había conocido poco tiempo antes, escribe otro Buccolicon carmen y una serie de obras en latín que tendrán una gran acogida entre los humanistas literatos del siglo XV. Precisamente en su tratado De genealogiis deorum gentilium aparece un concepto de teoría literaria que servirá como programa de valores literarios común para todos los escritores del Renacimiento. En pocas líneas sentencia Boccaccio qué es la poesía: inspiración o fervor del alma de inventar exquisitamente y de decir o escribir lo inventado, imaginar peregrinas e inauditas invenciones, componerlas una vez meditadas con un cierto orden, adornar la composición con un contexto inusitado de palabras y frases y recubrir la verdad con un velo ficticio y apropiado. Tales ideas constituirán auténticos axiomas literarios durante el XVI.